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domingo, 23 de diciembre de 2007

Políticos que niegan la ciencia

Por Osvaldo Canziani

Las conversaciones de la conferencia sobre cambio climático (COP-13) de Bali han mostrado que los conceptos discutidos en Milán (COP-9) sobre la "responsabilidad común, pero diferenciada", no han sido del todo olvidados. Lamentablemente, la postura de países que por mirar un árbol no ven el bosque prolongaron las discusiones. Interesados sólo en mantener las posiciones de sus partidos políticos, en defensa de sus mandatos actuales y para proteger los futuros, sólo analizan las consecuencias del cambio ambiental terrestre en el corto plazo.

Su propia vulnerabilidad ante los eventos de la temperie y el clima la consideran resuelta en función de sus ganancias económicas. Ingenuamente, ellas los proveerían de los medios para lograr los progresos tecnológicos con los que abortarían los efectos adversos de los impactos de un planeta cada vez más caliente. Pero aun cuando existen estrategias de adaptación y los países desarrollados disponen de tecnologías que pueden morigerar algunos efectos, la ola de calor en Europa occidental en 2003 y los huracanes más intensos y frecuentes de 2005 han demostrado que el desarrollo tecnológico, si bien es necesario, no puede evitar impactos desastrosos.

El orgullo humano, que olvida que depende de los hechos naturales y que sus sueños de de modificar la temperie no son totalmente realizables, muestra la miopía de los políticos que niegan las conclusiones de la ciencia.

El casi fracaso de Bali pone en dudas que para el año 2009 pudiera desarrollarse un protocolo complementario del Protocolo de Kyoto, que sólo plantea que los 39 países, listados en su Anexo B, debieran reducir sus emisiones a las del año 1990, menos el 5%. Hoy estamos hablando de reducciones del 40%, con un horizonte inmediato de reducciones del 20%. En un mundo cuyas emisiones exceden el 1,5% anual, con unos 200 países y territorios poblando el planeta, no es concebible que 38 países (Estados Unidos no ha ratificado el Protocolo de Kyoto), resuelvan la cuestión que plantea el Artículo N° 2 de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (Cmnucc).

Esto es, estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera en un nivel que permita a los ecosistemas naturales adaptarse naturalmente al cambio climático, asegurar que la producción de alimentos no se vea amenazada y, además, que el desarrollo futuro de la Comunidad Humana se realice de manera sostenible.

Si, de acuerdo con las conclusiones del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas, algunos impactos ya están ocurriendo y otros son ya inevitables, la sociedad debe adaptarse ya mismo. Además, debe mitigar sus emisiones. Ahora bien, si las medidas de mitigación, que son las que, desde 1997, promueve el Protocolo de Kyoto, son urgentemente necesarias, para evitar o reducir impactos futuros, que excederían cualquier capacidad de adaptación que pudiera ser desarrollada, si la población del mundo aumenta su tamaño, requiriendo más alimentos y servicios, si los países en desarrollo y los menos desarrollados necesitan ayuda, no sólo en alimentos sino también en servicios, de los cuales los relativos al agua, la salud y la educación serán imprescindibles, a fin de evitar la expansión de enfermedades y plagas, creerán los políticos que sus posiciones en la COP-13, hasta ayer negativas, podrían asegurar la urgente y necesaria defensa de nuestros bienes comunes.

La decisión "in extremis", como lamentablemente siempre ha ocurrido con respecto al cambio climático, parecería orientada a lograr un nuevo protocolo de la Cmnucc. Al menos así trasunta de las palabras del Ministro del Ambiente de Indonesia: "ahora tenemos un mapa de ruta, una agenda y una fecha límite". Las conclusiones del IPCC son claras, un aumento de 2º en la temperatura media del planeta llevaría a serias dificultades en la satisfacción de los Objetivos del Milenio y los problemas convergentes, generalmente adversos para el desarrollo sostenible de la Comunidad Mundial, golpearían gravemente a las comunidades más pobres.

El desarrollo de estrategias de adaptación apropiadas es urgente. Su efectividad depende de la manera en los gobiernos de los países en desarrollo asuman sus responsabilidades con respecto a la realización de observaciones, monitoreo, sistemas de vigilancia y alerta temprana, adopción de sistemas de energías renovables, prácticas de economía energética, uso moderado del agua, educación y divulgación. Las empresas privadas y las ONGs del mundo, incluidas las de la Argentina, tienen un papel importante en la ejecución de los sistemas necesarios para justificar, de alguna manera, que la explotación de los recursos naturales no significa sólo el vínculo económico del desarrollo.

Los componentes humanos y ambientales son demasiado críticos para dejarlos de lado. Consecuentemente, de manera paralela al desarrollo de un política ambiental integral, tal y como lo ha planteado la Academia Argentina de Ciencias del Ambiente, es la materia pendiente que, como país moderno, deberemos asumir para integrarnos al esfuerzo global, en ciernes, para morigerar los efectos adversos del calentamiento terrestre.

El autor es copresidente del Grupo de Trabajo II del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU






















 

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