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martes, 20 de noviembre de 2007

Latinoamérica y su enfermedad casi endémica – 1ra. Nota del día

El Mal de Chagas-Mazza afecta a un 25 por ciento de la población de América Latina. Es considerada la enfermedad de los pobres, condición que la llevó a ser ignorada durante años por las sociedades urbanas.

No hay nada más latinoamericano que el Mal de Chagas-Mazza. Quizás suene un poco sarcástico, pero no escapa a la realidad sanitaria de los países, especialmente en las zonas rurales tropicales, donde el precario desarrollo humano y las instituciones ausentes contribuyen a la expansión de la Tripanosomisis Americana, la enfermedad de los pobres.

A mil kilómetros de de Buenos Aires, en Argentina, en el centro geográfico del impenetrable chaqueño, la selva, tan mística y salvaje para el habitante urbano medio, surge impotente, efímera, indefensa. Sus días están contados; la tala y el desmonte metódico del quebracho arrasó, literalmente, con todo lo que había en pie para fabricar muebles que la gente de las ciudades acomoda en sus departamentos, y de paso, expandir la frontera agrícola para plantar soja.

Después de la topadora, los aserraderos y el monocultivo que degrada escandalosamente los nutrientes del suelo, queda la gente; pueblos enteros con sus habitantes que son abandonados por las empresas y el Estado a merced divina, obligados a migrar y a mendigar en las ciudades lo que el desmantelamiento de sus costumbres se llevó, junto con sus vidas.

No hay nada nuevo en la descripción anterior, las realidades siguen iguales, los tiempos son distintos. Y el tiempo no cambia tampoco los padecimientos, sean sociales, económicos o, en este caso, sanitarios. Cólera, malaria, paludismo, difteria, dengue; enfermedades infecciosas que tienen origen el las condiciones higiénicas de la población y que hoy por hoy son reales, muy a pesar de los avances en la medicina moderna.

Es que si no hay una positiva intencionalidad política, los recursos se estancan, al igual que el agua podrida donde crecen las larvas de los insectos portadores de la mayoría de estos males. Recién ahora existe una real conciencia del impacto social que generan estas enfermedades infecciosas, y recién ahora se retoman campañas y se destinan fondos para prevenirlas y combatirlas.

El Mal de Chagas-Mazza es una de estas dolencias patógenas y debe sus nombres al infectólogo brasileño Carlos Chagas, quién fue el primero en hacer una descripción científica del padecimiento y a Salvador Mazza, médico argentino que la estudió cuando nadie la consideraba como una enfermedad peligrosa. Afecta principalmente a la población rural de menores recursos que habitan en condiciones precarias en las zonas tropicales y subtropicales.

La pobreza extrema es un caldo de cultivo ideal para el desarrollo de las afecciones parasitarias, y el norte argentino proporciona vastas áreas para ello. Sumados a todas las problemáticas de la estructura socioeconómica, se desarrolla en paralelo el Mal de Chagas-Mazza. El portador del parásito es un insecto que habita las cortezas de algunos árboles y casas humildes, llamado Vinchuca o Triatoma Infestans.

La Vinchuca se alimenta de sangre animal, y la transmisión del parásito Tripanosoma Cruzi, que se encuentra en su estómago, se produce cuando defeca sobre la herida que provoca al succionar luego de nutrirse o por cualquier otro corte, así como por los ojos o boca. En un principio, el Chagas-Mazza no se consideró como una enfermedad, ya que afectaba, y afecta, principalmente, a los sectores pobres y marginales; sólo obtuvo real importancia después de 1960, casi 50 años luego de su descubrimiento.

Los indicios principales de la infección se desarrollan en dos etapas; la primera suele producir fiebre, anorexia y conjuntivitis, pero en muchos casos esta fase puede resultar asintomática y los efectos más devastadores surgen en el segundo período, que suele tardar años o quizás décadas. En este segundo ciclo, la enfermedad ataca a los sistemas nervioso, digestivo y al corazón.

Diversos cálculos sugieren que la población total afectada por el Mal de Chagas-Mazza en Argentina rondaría los 3 millones, pero las estimaciones están basadas en datos no actualizados relevados en 1993 por el Ministerio de Salud. A nivel continental, la Organización Mundial de la Salud, OMS, computa entre 18 y 25 millones de personas infectadas y 100 millones más en riesgo de estarlo.

Si bien no existen curas definitivas para la enfermedad, los tratamientos, cuando son aplicados en tiempo y forma correctos, suelen contener el avance de la afección, pero en este caso, la medicina sólo puede actuar en el segundo ciclo de la enfermedad, cuando aparecen las cardiopatías. Los estudios actuales apuntan a procedimientos basados en células madre y en un futuro medio se obtendrán los resultados, positivos o no.

Mientras tanto, el control efectivo de la enfermedad se cimienta en la prevención por medio de la fumigación y en campañas de concientización que los gobiernos locales llevan adelante, en formas más efectivas que otras. La OMS ha definido al Mal de Chagas-Mazza como uno de los mayores flagelos de América Latina y su avance produce efectos devastadores en las estructuras poblacionales de la región.

El Chagas es una enfermedad bien latinoamericana; tiene sus orígenes y víctimas en el desamparo y la miseria, y de la misma forma que sus afectados.
lgianello@prensamercosur.com.ar

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