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viernes, 7 de septiembre de 2007

Aubrey de Grey, una nota excelente para que todos entendamos el Proyecto-Genética


Hacia la eterna juventud

Estamos genéticamente programados para vivir un máximo de 120 años. Pero el biogerontólogo Aubrey de Grey desafía el límite: según él, podríamos cumplir 500 con salud. Para demostrarlo, necesita una inversión económica millonaria.

El científico británico Aubrey de Grey tiene una propuesta para la sociedad del siglo XXI: invertir mil millones de dólares en tecnología e investigación genética, y vivir siglos gozando de una excelente salud física y mental. Según este controvertido estudioso del envejecimiento de la Universidad de Cambridge (Inglaterra), con un mantenimiento adecuado no hay razón por la que el cuerpo humano no pueda durar muchos años. Digamos 500 o incluso un millar.

A sus 44 años, De Grey, que además de biogerontólogo es genetista autodidacta con formación en computación, afirma que envejecer no es una consecuencia inevitable de la condición humana. Según él, el envejecimiento es el resultado de daños acumulados a nivel celular o molecular, que los avances médicos podrían prevenir e incluso revertir. De ser así, la ciencia podría ofrecer a la gente una longevidad que se codease con la inmortalidad. “Estamos hablando de extender la vida sana, no de prolongar la fragilidad de la vejez”, aclara.

Nuestra máquina necesita un mantenimiento especial

Obviamente, moriremos si nos cae encima una caja de acero, nos despedaza un león o nos pegan un tiro. Pero, según este barbudo profeta de la ciencia con apariencia de hippie de los sesenta, la muerte asociada a la senescencia desaparecerá. “Mi idea es tratar al organismo como un coche antiguo, pero con una maquinaria más compleja. Algunos están tan bien mantenidos que han llegado a durar cien años. El único problema es que nosotros no fuimos los diseñadores del cuerpo humano, y tenemos que descubrir cómo funciona para hacerlo trabajar mejor y por más tiempo”.

El ambicioso plan para que un cuarentón de hoy celebre su milésimo cumpleaños depende de un enfoque llamado Strategies for Engineered Negligible Sensescence, SENS, –estrategias para la ingeniería de una vejez inapreciable–, que se apoya en sólidos estudios avalados por las ramas más vanguardistas de la biomedicina. Pero De Grey también busca estimular investigaciones específicas en técnicas que extiendan la vida. Por esto fundó en 2003 el Premio del Ratón Matusalén –Methuselah Mouse Prize–, dotado con tres millones de dólares para el científico que demuestre la viabilidad de alguna terapia regenerativa en ratones. Su razonamiento es que, una vez el objetivo se logre en roedores, se abrirán las arcas públicas y privadas para financiar estas investigaciones. Esto acelerará exponencialmente la consecución de resultados.

Por culpa de la edad nos pueden dar los siete males

De Grey está convencido de que existen siete retos científicos para alcanzar la vida cuasieterna. Siete tecnologías y terapias médicas aún por desarrollarse, incluyendo la cura contra el cáncer y la manipulación de las células a nivel molecular y genético que, de recibir ahora la financiación inicial, se podrían comenzar a prescribir dentro de tan sólo tres décadas. Los tratamientos no estarán dirigidos contra los sistemas orgánicos que se descomponen al final de la vida con las enfermedades degenerativas y la pérdida de facultades motrices, sino hacia sus precursores. Nos referimos a las sustancias indeseables que se van acumulando por efecto del metabolismo y que al alcanzar un nivel crítico interfieren con el funcionamiento del cuerpo.

“Sólo existen siete categorías de daños en el organismo relacionados con la edad (ver recuadro en la página anterior): una es la pérdida de células que no se reemplazan. Otra es lo opuesto: la acumulación de células no deseadas. Después hay cosas que andan mal dentro de ellas, y así en el tercer puesto están las mutaciones en los cromosomas, en el cuarto, las mutaciones en el ADN de las mitocondrias –centrales energéticas celulares–, y en el quinto, la acumulación de moléculas no digeribles en los lisosomas –vesículas intracelulares para digerir los desechos–. Los problemas sexto y séptimo se dan en los espacios entre las células: los depósitos de moléculas indigeribles que bloquean el paso, y la proliferación de enlaces entre proteínas que endurecen los tejidos elásticos de las arterias. El objetivo de SENS es remediar todos estos desperfectos”.

Sobre la viabilidad de intervenir en estos desaguisados, De Grey contesta que tres de las soluciones ya están en fase de ensayos clínicos. Una es el trasplante de células madre –o stem cells– en zonas cerebrales que necesitan que se produzca la mermada dopamina, para combatir los síntomas del Parkinson. También se inyectan ya células madre con el fin de regenerar el músculo cardíaco. Y contra el endurecimiento de las arterias, es posible “diseñar medicinas que rompan esos enlaces químicos sin efectos secundarios”.

Los problemas tumorales son los más difícil de atajar

De todos los problemas, el más complicado de resolver atañe a las mutaciones en los cromosomas, las estructuras con forma de lazo en que se organiza el ADN. Dicho de otro modo, la curación del cáncer. “La evolución ha tenido un problema con el mantenimiento del ADN especialmente difícil de atajar. Me refiero a que los organismos mueran debido a procesos tumorales”, dice el biogerontólogo. “El cáncer –añade– puede matarnos si una célula sufre las mutaciones equivocadas. La técnica que estamos desarrollando en SENS para combatirlo se llama Whole-body Interdiction of Lengthening of Telomeres (WILT) –impedir el alargamiento de los telómeros–. La idea central de nuestra estrategia parte de que las células cancerosas poseen el don de la inmortalidad. Si pudiéramos arrebatárselo, sin importarnos las mutaciones que les confiere tal virtud, no moriríamos de cáncer. Y la forma de lograrlo es evitar que amplíen los telómeros”.

¿Pero qué son los telómeros? ¿Por qué son tan importantes para conservar la juventud? De Grey se enfrenta a un doble reto. Por un lado, debe evitar que las células malignas conserven intactos sus telómeros, y por el otro, ha de estimular su reparación en las células sanas de órganos y tejidos, como la sangre, la piel y el estómago. Estos y otros lugares albergan stem cells que proliferan para reponer las bajas que ocurren.

El quid de la cuestión está en la punta del cromosoma

Los telómeros consisten en repeticiones en tándem de pequeñas secuencias de letras genéticas implicadas en numerosas funciones. Recordemos que el abecedario de nuestro ADN se compone de cuatro letras: A, T, C y G. Se sabe que participan en la división de las células y en la estabilidad cromosómica, y que fijan el tiempo de vida de las estirpes celulares. Descubiertos por Hermann Joseph Muller en los años 30, los telómeros se pueden comparar con los protectores de plástico que tienen los cordones de zapatos en sus extremos, para evitar que los cromosomas –nosotros tenemos 23 pares en cada célula– se deshilachen y se peguen entre sí.

El problema de estos guardianes cromosómicos es que en cada división celular sufren un desgaste que se traduce en un ligero acortamiento. Y con el paso del tiempo, el recorte telomérico puede comprometer el funcionamiento de los genes. Cuando alcanza un recorte crítico, la célula entra en un proceso de senescencia que acaba con su muerte. Por ejemplo, los telómeros de las células sanguíneas de un recién nacido miden 8.000 pares de letras genéticas y se reducen a 1.500 pares en un anciano. Cada vez que una de estas células se divide, sus telómeros pierden de 30 a 200 letras, un peaje que a la larga se paga con la vida.

Lo más deseable sería que nuestras células contaran con telómeros kilométricos, que nos alargarían la vida y alejarían el fantasma de los achaques seniles, incluyendo los problemas cardiovasculares. Con esto quedaría resuelta una parte de la ecuación. Pero queda la otra: acortar los telómeros de las células cancerosas para que mueran antes de que constituyan un tumor. En el centro de este laberinto está la telomerasa, la enzima responsable de añadir letras a los telómeros erosionados.

Cortar las alas al cáncer sin perjudicar al resto

Curiosamente, cuando una célula comienza a convertirse en maligna y ve que sus extremos cromosómicos menguan peligrosamente, activa la telomerasa, los reparan y sigue dividiéndose a sus anchas. Dicho de otro modo, la célula consigue mantenerse siempre joven y lozana. Si los científicos lograran bloquear la telomerasa sin causar daños colaterales, conseguirían que las células cancerosas envejecieran y murieran. En este sentido, hay especialistas trabajando en cómo reducir la síntesis de telomerasa con fármacos, pero De Grey propone una solución más radical: la eliminación total de los genes que rigen su síntesis. Con ello, le negaríamos al cáncer la oportunidad de mutar para resistir el tratamiento oncológico. La cuestión es complicada, porque no sólo habría que tener puntería para borrar la telomerasa de los genes adecuados en tejidos que no dependen de las stem cells, sino que también habría que reponer las células madre regularmente, para garantizar la división de todas aquellas células que sí necesitan replicarse para mantener los órganos y tejidos.

Un buen chute de células madre cada cierto tiempo

“Hace 5 años me di cuenta de que podía resolver el problema con células troncales manipuladas en el laboratorio. Cada decenio podríamos inyectárnoslas sin los genes de la telomerasa, para así impedir su conversión a malignas. Al mismo tiempo, las equiparíamos con unos largos telómeros diseñados de antemano”. Ahora bien, la comunidad científica no pone la mano en el fuego de que esto vaya a funcionar, aunque algunos investigadores han usado la telomerasa para hacer que células humanas se dividan in vitro mucho más allá de sus posibilidades –normalmente, llegan a hacerlo entre 50 y 70 veces. En las pruebas, estas supercélulas no se tornan cancerosas.

Por su parte, María Blasco, del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), en Madrid, diseñó una técnica para medir la longitud de los telómeros de forma automatizada y simultánea en casi cien muestras biológicas en menos de dos horas. Según Blasco, aparte de rápido, su procedimiento es mucho menos costoso. “La falta de técnicas para medir la longitud de los telómeros de forma automatizada ha sido en parte responsable de que las empresas farmacéuticas no hayan sido más activas en la búsqueda de fármacos antitumorales dirigidos contra los telómeros".

Los franceses y las mujeres los tienen más largos

Existe una relación muy clara entre la edad y la longitud de los extremos cromosómicos. “Hemos analizado los telómeros de cientos de individuos de entre 60 y 100 años de edad en distintos países europeos”, dice Elsa Vera, del CNIO. “La longitud de los telómeros decae de manera muy significativa en intervalos de 10 años, tanto en hombres como en mujeres, aunque las mujeres los tienen más largos en todos los grupos de edad”. El estudio también demostró que los franceses tienen estas puntas de los cromosomas más largas que los demás europeos, apoyando la idea de que hay una relación entre genética, factores ambientales y la longitud de los telómeros. “Los cortos se han asociado con mayor riesgo de muerte por enfermedad cardiovascular”, dice Blasco, “lo cual podría explicar la ‘paradoja francesa’, según la cual los franceses consumen más alcohol pero tienen un bajo riesgo cardiovascular en relación con otros europeos”.

Le pregunto a De Grey si entonces, dentro de dos siglos, cuando los cuarentones de hoy hayan extendido su vida de los 80 a los 200 años, las terapias consistirán en sesiones periódicas para el tratamiento con stem cells... ¿y de vez en cuando una cita para alargar telómeros? “Podría ser algo así. No me sorprendería que dentro de 200 años lleguemos incluso más allá, que todas las terapias genéticas y de células madre se apliquen con una simple inyección, y que sea posible marcar los genes de la telomerasa para distinguirlos y extraerlos fácilmente”.

¿Entonces, el envejecimiento es una enfermedad? ¿Una mala pasada de la evolución? “No es una mala pasada. Es que la evolución no le ha prestado atención al envejecimiento. En el mundo salvaje, sin la intromisión de la civilización, casi todos los organismos mueren sin tener la oportunidad de envejecer. Mueren de hambre, o se los come alguien, o lo que sea. Por eso no existen genes para hacer algo respecto a la vejez”.

De Grey es una de esas personas que despiertan una reacción apasionada, tanto de sus críticos como de sus simpatizantes. Es engreído y habla como si fuera un profeta, pero también posee una mente brillante, le gusta encrespar las plumas y no teme el ridículo. Como es de esperar, existen toda clase de objeciones a la idea de prolongar la vida por un siglo, y De Grey tiene una respuesta para todas. La crítica más común es que nos embarcaríamos en un programa de exceso de población sin precedentes. “Bueno –responde este científico–, ¿qué habría sucedido si el primer ministro de Francia le hubiese prohibido a Pasteur organizar campañas educativas sobre la higiene por el mismo motivo?” Además, dice, “considerarnos tan incapaces de encarar problemas futuros como para condenar a millones de personas a tener las cortas vidas de sus abuelos es una broma de mal gusto. En el pasado hemos resuelto problemas similares. Por ejemplo, ¿quién imaginaba en 1850 que los hombres tendrían que someterse a la indignidad de ponerse un caucho cada vez que practicaran el sexo para frenar la explosión de población que siguió a la eliminación de la mortalidad infantil?”

Duros oponentes a la eterna juventud

Uno de sus oponentes más furibundos es Sherwin Nuland, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale, y autor del libro How we Die. “De Grey no es malo, ni está loco”, escribió en un artículo de la revista Technology Review, que edita el Massachussets Institute of Technology (MIT); “pero su plan no va a tener éxito e incluso, si lo tuviera, nos destruiría en el intento por preservarnos, porque vivir tales períodos de tiempo socavaría el significado de ser humano”.


No hay predicciones no cofras, sólo hipótesis

La ausencia de datos y números es otra crítica frecuente a De Grey, a la que él responde desde su página de Internet, “como si los hermanos Wright hubiesen tenido números y datos en 1900”, refiriéndose a que el vuelo motorizado se desarrollaría pocos años después. Desde luego que sí tenían información, en el sentido de que cualquier ingeniero basa sus diseños en conocimientos existentes sobre el sistema que quiere manipular. “Yo también la tengo, como se darán cuenta quienes se tomen el trabajo de leer mi portal y mis publicaciones”. Pero el envejecimiento no es una enfermedad, por lo que, obviamente, no se puede curar, dicen algunos detractores. “Llámelo como quiera. El envejecimiento es un fenómeno biológico que causa el debilitamiento y la muerte. Lo que yo quiero decir con la palabra “curar” es tener control sobre una condición, como el que podemos tener con la tuberculosis, por ejemplo. La podemos sobrellevar sin que mate a la gente. Pero yo no aspiro simplemente a detener el progreso de la vejez, sino a revertirlo; llevar a alguna persona de un estado de sufrimiento avanzado a un estado donde ya no padezca. Para esto, el tratamiento deberá ser periódico, durante el resto de la vida”.

Un alud de seguidores ávidos de inmortalidad

Quizás porque todos esperamos vivir un poco más con buena salud, las teorías de De Grey tienen también sus admiradores. Cuando el editor del Technology Review, Jason Pontin, escribió un editorial crítico sobre De Grey, se sorprendió con el torrente de correos electrónicos de lectores airados acusando a Pontin de “privarlos de su inmortalidad”. De hecho, el artículo de Nuland, Do you Want to Live Forever? –¿Quiere vivir para siempre?– ha sido hasta ahora “el más leído en la historia de la revista”, y con más reacciones negativas de los lectores, dice Pontin. La consecuencia de todo esto es que Pontin ofreció 10.000 dólares a cualquier gerontólogo capaz de aportar una revisión independiente demostrando que las ideas de De Grey no tienen mérito. Hasta el momento, nadie se ha acercado a reclamarlos.


De sus simpatizantes, el más notable es el millonario Peter Thiel, uno de los fundadores del sistema de pagos por internet Pay- Pal, quien donó tres millones de dólares a SENS. “Peter se interesó, se fue enamorando de la idea y finalmente decidió darle una oportunidad. Naturalmente, no sabe si mi enfoque va a funcionar o si está perdiendo su dinero, pero piensa que el riesgo vale la pena. Los mil millones de dólares a los que hago alusión se distribuirían entre las siete cosas que deben solucionarse. El campos de la terapia de células madre ya está bien financiado a nivel global, pero las otras seis áreas, definitivamente, necesitan más dinero. Para estimar el presupuesto hay que hacer los cálculos de las horas de trabajo que requiere cada cosa, multiplicadas por el coste de los biólogos a tiempo completo, y además contar con el dinero para los equipos de investigación y las oficinas del SENS. La idea es que los diversos componentes se desarrollen en universidades y laboratorios de varias partes del mundo, pero necesitamos unirlos a todos, y es allí donde entra el Instituto SENS, un edificio lleno de matemáticos y oficinas”.

Aparte de Thiel, De Grey tiene el apoyo de algunos científicos. “La mayoría de ellos no son gerontólogos, lo cual no me sorprende porque trabajan en campos que pretenden curar enfermedades, y no en los problemas del envejecimiento. Algunos gerontólogos apoyan lo que yo hago y otros están en total desacuerdo y se sienten amenazados porque estoy desafiando su forma de trabajar. Esto es algo normal en la ciencia”.

¿Pero merecería la pena llegar a milenario?

Y añade que “en general, es una combinación de política, ignorancia y dinero. La gerontología tiene la dificultad adicional de que los científicos serios deben distanciarse de la terrible industria de la guerra a la vejez: las cremas antiarrugas, las pociones y las pastillas que no sirven para nada. Así que, cuando escuchan que alguien propone la posibilidad de vivir mil años, su reacción inmediata es tratar el tema con pinzas”.

Aunque se demostrase que las ideas y enfoques de De Grey son verdad, no sabemos si el mundo lo tomará en serio en los próximos diez años, el momento crítico para echar a andar o frenar su iniciativa. Tendríamos que plantearnos qué precio estamos dispuestos a pagar por la eterna juventud.


PARA SABER MÁS

En Internet

- Fundación Matusalén para la prolongación de la vida.
@ www.methuselahfoundation.org.

- Página web del proyecto Strategies for Engineered Negligible Sensescence.
@ www.sens.org.


Video 2 - Aubrey de Grey - Disertación - Vivir 1.000 años





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